Natalia Sebastián, Traductora y Revisora Sénior

Esta vez he decidido escribir sobre un tema que puede suscitar preocupaciones en mayor o menor medida entre los traductores, que están más acostumbrados a trabajar ocultos detrás de un ordenador y en silencio que a practicar la oratoria: el miedo a la interpretación. Entre compañeros de profesión, he oído muchas veces el temor del traductor a enfrentarse a una interpretación, con la que está menos familiarizado desde que terminó la carrera: «¿Y si lo hago mal?» «¿Y si me pongo nervioso?» «¿Y si no entiendo el acento del conferenciante?».

La misión del intérprete es facilitar la comunicación intentando pasar desapercibido para que la comunicación fluya entre los interlocutores. Esta misión no siempre es fácil de conseguir, pues hay varios factores externos e internos que influyen en su tarea. Una interpretación siempre es una situación en la que la improvisación está a la orden del día y eso puede provocar ciertas inseguridades o miedos en el intérprete.

Como todo intérprete sabe, la preparación del tema, la atención y la concentración son esenciales para desempeñar su trabajo correctamente, siempre, claro está, que no se esté interpretando en ninguna situación ni zona de conflicto, como por ejemplo, los intérpretes de guerra. Con estos tres elementos, la creatividad y la fluidez del intérprete no suelen verse comprometidas en situaciones normales y deseables. Sin embargo, hay ciertos miedos que suelen manifestarse entre los intérpretes más inexpertos o ante situaciones nuevas.

El miedo es una emoción anticipatoria que se activa para protegernos de algún dolor o daño.

Algunos miedos del intérprete están más relacionados con su personalidad tímida e introvertida:

Hay gente que se siente insegura al hablar ante un grupo grande de personas, que es lo que se hace en la interpretación de conferencias, por ejemplo. Esa inseguridad puede deberse a múltiples causas: miedo a hablar en público, ya sea por timidez o por hacer el ridículo (miedo escénico); miedo a no entender correctamente el mensaje del emisor, ya sea por desconocer ciertas expresiones o por no estar familiarizado con el acento del emisor (miedo al fracaso); miedo a las críticas… Creo que todo puede resumirse en el miedo a «hacerlo mal» al fin y al cabo. Los nervios siempre pueden jugar una mala pasada y se puede caer en lo que se conoce como «estrés auditivo», es decir, la tensión que uno mismo se genera, o bien la autosugestión que uno mismo se crea al pensar que NO PUEDE hacerlo. Esta actitud es muy negativa, ya que solo contribuye a aumentar la confusión y el bloqueo mental. De este modo, lo que en realidad se consigue con esto es dejar de escuchar, pues uno se centra en su preocupación de no ser capaz de hacerlo.

Otros miedos del intérprete están más relacionados con la labor de la interpretación en sí a la hora de ponerse en el lugar del hablante y emitir sus ideas como propias, pues, para ello, los intérpretes deben analizar y dar a entender correctamente y con la máxima precisión posible aquello que se dice, los gestos, las miradas, etc. Aquí es donde entra en juego la improvisación, pues, por mucho que el intérprete haya preparado el tema sobre el que va a interpretar, es más que probable que durante el desarrollo de su labor se produzcan situaciones, gestos, miradas o expresiones que no tenía previstas.

Los miedos son una excelente herramienta si uno sabe identificar su causa. Enfrentarse a ellos, uno a uno, irá marcando nuestro crecimiento personal y profesional.

Por una parte, una buena forma de intentar vencer el miedo escénico sería evadirse del propio entorno, rodeado de gente, y centrar la atención en el emisor y la información que está dando o la conversación en sí (interpretación bilateral o de enlace). Si se está relajado, se fomenta la creatividad y la información fluye, lo que es fundamental, pues la interpretación, al igual que la traducción, son tareas eminentemente creativas.

Por otra parte, la práctica puede ayudarnos a perder gran parte de nuestros miedos y a subir la autoestima, ya que si uno tiene autoconfianza, será capaz de salir airoso de otras situaciones ajenas a sí mismo mucho más fácilmente. Me refiero, en concreto, a practicar delante de amigos o conocidos y en lugares que nos resulten familiares, a interpretar discursos que el intérprete no haya preparado y que abran paso a la improvisación, como un programa de radio o de televisión. Un entorno así resulta ideal para perder el miedo a la improvisación. Asimismo, grabar nuestra interpretación para luego escucharla y detectar ciertos fallos o malas costumbres nos ayudará a perfeccionar la técnica.

De modo que recordad: Enfrentarnos a nuestros miedos nos hace más fuertes. Y la práctica es la base del dominio de toda disciplina.

Espero que el artículo os haya parecido interesante y, sobre todo, que haya servido para aportar mi granito de arena ofreciendo soluciones para perder el miedo a esta profesión tan bonita.