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La revisión y la tarea del revisor

Por Cristina Ponte, responsable de Control de calidad de Nóvalo

La norma europea de calidad para servicios de traducción UNE EN-15038:2006 establece que «la traducción propiamente dicha es una más de las fases del proceso, que no garantiza la calidad sin una revisión por una persona distinta del traductor» y que, por tanto, «todo servicio de traducción conforme a la norma UNE EN-15038 tiene que incluir, al menos, traducción y revisión».

Soy de la opinión de que un texto no está traducido hasta que la traducción se ha revisado. Sin embargo, como traductora, he recibido algunos informes de revisión que incluían cambios con los que no estaba en absoluto de acuerdo o que no eran estrictamente necesarios. En ocasiones, he tenido la sensación de que algunos revisores introducen cambios y correcciones para justificar una factura, para demostrar que efectivamente han revisado el texto… Pues, señores revisores, no hace falta; si la traducción es correcta, no hay por qué cambiarla. Aunque nosotros «lo habríamos dicho de otra manera», si la traducción no contiene errores, no tenemos por qué enmendar la plana a nadie. Hay muchas formas de decir una misma cosa y no debemos sucumbir a la tentación de reescribir el texto. El proceso de revisión debe ser justo y, para serlo, la objetividad debe estar garantizada. Es fundamental que basemos la revisión en parámetros objetivos y que seamos capaces de justificar cada cambio con argumentos certeros y más sólidos que los de una mera preferencia.

En el ámbito de la empresa, resulta de gran ayuda establecer claramente estos parámetros, así como asignar cada uno de ellos a una categoría (precisión, coherencia, terminología, gramática, puntuación, etc.) y definir los niveles de «gravedad» de los errores. Asimismo, es de suma importancia determinar el nivel de calidad mínimo imprescindible por debajo del cual una traducción se considerará inadmisible. Todos vamos a ser revisores en algún momento y es indispensable que todos apliquemos los mismos criterios.

Pero la tarea de revisión tiene otras dificultades más allá de las puramente lingüísticas. Muchas veces está limitada por un presupuesto o un plazo. En un caso así, es importante saber establecer el grado de exhaustividad de la revisión y atenerse a él, que no siempre es fácil.

El Manual de revisión de la Comisión Europea es un documento de la Dirección General de Traducción, particular de ese servicio. Sin embargo, podemos hacer nuestra mucha de la información que contiene.

Según este manual, los objetivos de la revisión son tres: mejorar la calidad de la traducción, servir como instrumento de control de calidad y actuar como medio de formación profesional tanto para el traductor como para el revisor.

El primer objetivo está claro: la función primordial del revisor es detectar y corregir posibles errores y mejorar así la calidad final del texto traducido. En cuanto a que puede servir como instrumento de control de calidad, la revisión y evaluación periódicas o sistemáticas de un recurso sin duda contribuirán a determinar la calidad del recurso evaluado. Por último, la revisión puede ser un proceso muy enriquecedor tanto para el traductor como para el propio revisor: al primero se le señalan errores que efectivamente ha cometido y que presumiblemente no volverá a cometer; el segundo, por su parte, probablemente aprenda de las dudas que el texto original y la traducción le plantean.

Hagamos referencia una vez más al Manual de revisión de la Comisión Europea para enumerar los principios teóricos de la revisión. La adopción de estas premisas por parte del revisor no solo contribuirá a que su labor le resulte más sencilla, sino que además redundará en beneficio del resultado final.

  1. Partir de la presunción de buena calidad de la traducción.
  2. Dedicar a la revisión un esfuerzo proporcional a la importancia del texto.
  3. No dudar en rechazar toda traducción que considere muy deficiente.
  4. No reescribir una traducción.
  5. No erigir en norma sus preferencias personales.
  6. Intervenir siempre que, entendiendo el original, no entienda la traducción.
  7. Considerar que cuantos menos cambios introduzca, mejor.
  8. Argumentar mediante referencias a fuentes concretas toda corrección que no se justifique por sí misma.
  9. Asegurarse de la pertinencia de sus correcciones.
  10. Señalar los casos dudosos.
  11. Entender que el diálogo con el traductor es fundamental.
  12. Considerar siempre la revisión como un acto de aprendizaje, tanto para el revisor como para el traductor.

Y hasta aquí esta breve introducción a la figura del revisor y la tarea de revisión como parte del proceso completo de la traducción. En futuros artículos profundizaremos en algunos de los aspectos que aquí hemos descrito de forma somera.

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