Por Antonio Montañez, Jefe de proyectos – Sénior

Hace un par de semanas, cuando la creía desterrada para siempre, volví a tropezarme con la misma pregunta que muchos de vosotros, compañeros traductores (espero no haber perdido muchos lectores aquí), os habréis encontrado mil y una veces a lo largo de vuestra carrera profesional, no importa lo dilatada o breve que sea.

¿Y tú a qué te dedicas exactamente?

-¡Ajá!

Después de años de carrera repitiendo la misma respuesta, solo para descubrir cuando empecé a trabajar en esto de la traducción que lo que decía por aquel entonces no podía diferir más de mi realidad actual, ahí estaba la misma pregunta. Y otra vez la cara de póquer… Pero esta vez nada de “idiomas» a secas, nada de “traducir libros y películas”, no, no. Esta vez hemos venido a localizar, porque lo nuestro es la localización… Espera que esta ya me la sé bien.

-Pues mira… traducimos manuales de todo tipo, páginas web y esas cosas… programas informáticos, un poco de todo… (nada de mencionar tecnicismos estériles, que conste).

-Ah, ¿pero eso no lo hace Google?

Ahí fue cuando me cortocircuité… de nuevo. Bueno, cómo explicarlo…

¿Realmente pasa tan desapercibida nuestra profesión?

Entiendo que no hay empresas de traducción en los centros comerciales y, a ver, no voy a decir que la traducción haya sido una profesión bien ponderada desde siempre, porque la verdad es que no es el caso. Ya lo decía Cervantes en El Quijote, de boca de nuestro amigo Alonso Quijano:

Me parece que el traducir de una lengua en otra […], ni arguye ingenio ni elocución, como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel. Y no por esto quiero decir que no sea loable este ejercicio del traducir; porque en otras cosas peores se podría ocupar el hombre, y que menos provecho le trujesen. (No es un error tipográfico, no).

Pero de ahí a comparar nuestra capacidad con lo que hace el traductor de Google. ¿Nunca han leído algo traducido por él? ¿No lo han releído y no se han enterado de nada? ¿No lo han vuelto a leer y se han ido al traductor de El Mundo a ver si así…? Pues eso… Que no me lo explico.

Una cosa es copiar en él textos en chino con el fin de saber cual es el botón Aceptar y liberar tu móvil, siempre con la duda de si realmente le estás dando a Vender tu alma. Pero de ahí a que te pidan tus amigos que les traduzcas un par de párrafos de textos de psicología, escritos en su lengua materna por autores de renombre, pero que si no… no pasa nada… que ya iban ellos al traductor de El Mundo…

Sin duda, estoy convencido de que la traducción no es más valorada porque muchas personas no piensan que sea una labor difícil. Y lo digo con la pasiva y todo. Ay, tendrían que ver esos textos de bombas hidráulicas sin memoria de traducción ni glosario, todas esas cadenas de software de monitorización cardiopulmonar sin contexto alguno ni forma de saber dónde aparecerán esas dichosas dos palabras, esa traducción de miles de palabras clave de eBay que van desde razas de perros hasta tipos de cuchillos (¿más de 25 tipos?, ¿en serio?)… Al menos dan para unas risas cuando tu ojo entrenado de traductor reconoce los gazapos en un producto final y te parecen adorables. Informe de envío en lugar de Enviar informe, jeje. Qué cosa.

Otra muestra del desconocimiento de lo que implica traducir es ese conocido al que ya procuramos no saludar, el yo lo he traducido pero échale tú un vistazo que se convierte en horas y horas de corrección, acompañado de ese momento incómodo en el que tienes que pedirle el original en español a tu amigo para poder enterarte de lo que realmente quiere decir. Si no es por desconocimiento cabría pensar que ese amigo tuyo no es tan amigo, y lo único que quiere es fastidiarte la tarde.

Cierto es que la labor del traductor consiste en pasar desapercibido, en que no se note que su trabajo no es un original. Si es así estamos haciendo un trabajo excelente. Si es así, sigamos por el buen camino hasta que nos apoderemos del mundo… Y subamos las tarifas de paso.

Porque, evidentemente, cuesta rascarse el bolsillo por algo que no se valora. Y a cualquier amigo que le preguntéis le parecerán caros esos céntimos que se cobran por palabra. De ahí vamos a las empresas que consideran la traducción un mal necesario y que no paran de reciclar traducciones hechas en su día por aficionados o a los editores que determinan el precio de una traducción al peso, cogiendo la revista con la mano. Todavía estoy intentando recuperarme de esto último.

A veces cuesta explicar que en un medio escrito, tu ortografía y la forma en la que expresas algo dice mucho más de ti mismo que lo que intentas decir. Créeme. Seas persona o empresa. Que esa es tu primera impresión de cara al público. Es algo que hay que mimar. A veces pienso que es evidente. A veces…

En fin, ver para creer, salvo que seas religioso. En tal caso es justo lo contrario.

¡Nos vemos en la próxima entrada!

* Imagen con licencia Creative Commons, propiedad de Ethan Lofton